"HASTA SIEMPRE, JEFE"

Esta vez se sentía más cansado que otras fechas. No quiso prestar atención a su agotamiento, expreando que se trataba de las largas jornadas extraordinarias en el Congreso Nacional, elaborando la Carta Magna como presidente de la “Asamblea Constituyente”.

Era una noche como cualquiera para él, una noche de trabajo entre dirigentes y directivas que entregar. Aquella noche siguió con sus labores, como era ya costumbre las realizaba desde su Jefatura en la Casa del Pueblo. Pero, sería la última noche en la Casa del Pueblo.

Los recorridos que solía hacer por todo el local central desde que llegaba, esta vez apenas pudo realizarla con la mirada, entre vítores de los compañeros que le vieron ingresar temprano. Pero el día había culminado, y la noche señalaba la hora de partir.

Víctor Raúl no quería. Jorge Idiáquez lo apuraba porque ya eran las dos de la madrugada. Era difícil hallar a esas horas a un militante en el local. Pero notó que en aquella madrugada de llovizna limeña, parado firmemente, estaba el compañero Justo Araya del Río, uno de sus leales defensores. Al final de las gradas, esperaba a Haya mientras descendía para dirigirse al patio de deportes de la Casa del Pueblo, donde esperaba el auto para llevarle rumbo al hogar de Villa Mercedes. El Jefe, algo sorprendido, le preguntó: “¿y usted que hace a estas horas aquí?”. El compañero le contestó: “Cuidándolo Jefe”. Víctor Raúl se emocionó tanto que le tendió la mano y le abrazó con ternura. El compañero Araya no sabe cuanto tiempo estuvo abrazado del “Jefe”, solo recuerda una emoción indescriptible cuando percibió en Haya algunas lágrimas. Victor Raúl le pidió que lo acompañara hasta el auto y le tomó del brazo, a un lado iba Jorge Idiáquez y al otro Justo Araya.

Cuando Haya subió al auto, el compañero Araya acomodó sus pies dentro del auto. El Jefe le dijo: “Gracias compañero. Vaya a casa que ya es hora de descansar”. Y éste le contestó: "Hasta siempre, Jefe”.

Fue la última vez que le vió vivo. Meses después y luego de firmar la Carta Magna de 1979, Víctor Raúl Haya de la Torre, partió a la eterna morada de los grandes hombres que buscan la luz. Ésto ocurrió el 2 de agosto de 1979.

Inició su sueño eterno desde Villa Mercedes, el hogar donde había pasado los últimos años de su vida, rodeado de jóvenes a los que entrenó para el futuro del Partido. Durante siete días su cuerpo fue llevado por tierra de Lima a Trujillo, su tierra natal. Sobre su tumba, en un cóndor de piedra en actitud de vuelo, se lee: “Aquí yace la luz”.

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