EL ANECDOTARIO DE LUCAS


En los felices días en que nuestra juventud se dedicaba a estudiar en una escuela para la vida como es la gloriosa Juventud Aprista Peruana, generación que cuenta también con mártires y héroes por la libertad y la democracia, éste fue el último grupo de numerosísimos jóvenes, entre mujeres y varones, que tuvimos la suerte de recibir las enseñanzas del maestro más grande que haya tenido la juventud en indoamérica, a cambio de nada.

Nuestra lucha por la libertad fue contra dictaduras, lucha que nos tocó vivir por causas de la cronología natural de nuestro Espacio Tiempo. Desarrollamos nuestro accionar sin arrepentimientos y sin retroceder una pulgada. La historia se encargará de juzgarnos. Lo más hermoso fue estar en “las buenas y en las malas” -como dice el habla popular- el haber estado cerca de los líderes fundadores de este movimiento doctrinario. El Partido es, será y seguirá siendo escuela de formación para las generaciones futuras de este país y del continente Indoamericano.

Mi cariño más fraterno para los personajes que están insertos en este trabajo y que, como una circunstancia de la vida, ya no están con nosotros físicamente, y para los que aún nos acompañan, que son gloria para sus familias y para nuestro Partido, al que tanto aman.

Recuerdo que el Maestro Víctor Raúl nos contaba que en los momentos más difíciles de la vida del partido, en las que se jugaban la vida muchos con él, nunca faltó una broma para disipar la tensión del momento y sobre todo para mantener la moral en alto, en las búsqueda de la “Libertad con Pan”. Ese fue quizás el secreto de la supervivencia ante tan grande persecución que solo se compara a la persecución contra las minorías étnicas en la Europa de la pre-guerra, y después la infamia de los cobardes que asumieron un ideal de odio en un sendero de oscuridad y muerte, costándonos cientos de muertos...

El Maestro ahora ya no está con nosotros para guiarnos, pero la luz de su doctrina y su altos dotes de “Hombre Universal”, siempre nos conducirán hasta la consecución de lo grandes ideales de “Pan con Libertad”.Las anécdotas que se muestran en este trabajo son parte de una recopilación personal y también de una investigación histórica de los casos que vivió "el Jefe" en su larga y azarosa vida, por la libertad económica de los pueblos de Indoamérica, de los compañeros que lo acompañaron en las diferentes etapas de su vida.

Los jóvenes supimos de su valor y nos pusimos al lado de él por sobre todas las cosas banales de la vida, dejando la tentación de la vida fácil y cómoda del hogar por las luchas partidarias, tal como me dijera una vez Carlos Manuel Cox Ross, cuando le pregunté ¿Cómo era que él se había involucrado en el partido a sabiendas que sus partidarios sufrían mucho por sus ideales? y él me contestó: “Nosotros seguimos a Víctor Raúl, como los apósteles siguieron a Cristo”; y agregó: “con mucha fe y alegría”. Los jóvenes de mi generación seguimos al Jefe y lo quisimos no como un Jefe político sino como un “Maestro”. Él se había propuesto a cambiar las actitudes políticas y llevaba tanta fe consigo de cambiar el país, que en el último libro de Luís Alberto Sánchez se refiere a cómo Víctor Raúl atendía en su casa los domingos a muchísimos jóvenes de ambos sexos, por lo que Luís Alberto le preguntó: "¿Por qué lo hacia?", y el jefe le contestó: “Es para enseñarles el culto a la humildad”.

Es cierto, él se preocupaba de entregar dulces y otras golosinas a los que llegaban a visitarlo y además conversar con ellos como grandes amigos, donde el anfitrión contaba chistes y compartía con todos los compañeros agradables cánticos.

LAS ARAÑAS

Decía el “Jefe”, cuando contemplaba a las arañas elaborar su tela durante las tardes, que éstas le otorgaban muy buena suerte: “Yo ni las toco, allí están. No me hacen nada a mí, ni yo a ellas. Nos respetamos mutuamente”.- sentenciaba Víctor Raúl.

EL JEFE SABE MÁS DE MEDICINA QUE YO QUE SOY MÉDICO

Cierto día en la casa del “Jefe” en Villa Mercedes, el médico de cabecera de Víctor Raúl, compañero José Zegarra Pupi, esposo de la historiadora Judith Prieto, tuvo una gran polémica en la sala con Víctor Raúl sobre los nuevos fármacos del momento. A los pocos minutos, salió el doctor de la sala enojado, contrariado y confuso.

Le pregunté la razón de su enojo, y me contestó: “Lo que pasa es que el Jefe sabe de medicina y farmacología más que yo, que soy médico de profesión, porque lee en alemán, inglés técnico y francés. Además, le llegan las últimas revistas científicas del mundo y yo no puedo discutirle sobre eso”.

El compañero Zegarra Pupi, se retiró de Villa Mercedes, molesto consigo mismo por lo ocurrido.

EL FOTÓGRAFO DE CARETAS

El conocido fotógrafo de la Revista “Caretas”, Carlos Bendezú Quispe, una noche visitó y realizó tomás fotográficas a Víctor Raúl para una nota periodística en la edición especial, con ocasión de que Víctor Raúl fuera el candidato más importante para la “Asamblea Constituyente”.

Las tomas fotográficas ya se contaban por docenas. Bendezú tomaba fotos desde todos los ángulos y el “Jefe” sin que se asomara el cansancio en su rostro, con gran estoicismo resistía los giros solicitados por el afamado fotógrafo.

Al finalizar la sesión fotográfica, dijo Bendezú: “Doctor, el que va hacer la nota es el periodista Cesar Lévano”. Víctor Raúl tomó cuenta de lo dicho y levantando la voz dijo: “¡Ese miserable no! ¡Ese miserable no!”.

Bendezú, después de ver su reacción, sonríendo le replica: “No doctor, es una broma. Quien va escribir la nota para las fotos es un periodista joven”.

Víctor Raúl, calmado nos queda mirando con una sonrisa amistosa.

SANTORIN Y EL JEFE CAMINO A LAREDO

En una oportunidad, camino a Laredo, íbamos tras los pasos de nuestro querido compañero Enrrique Tello “Kike”, quien había adelantado su paso para encontrarse con los compañeros de Laredo; estábamos en compañía del ingeniero Julio Sánchez, conocido como “Santorín”, quien recordando al “Jefe” nos narró lo siguiente:

Que cierta vez tuvo que acompañar a Víctor Raúl a Laredo mientras atardecía y repentimente el “Jefe” hizo parar la caravana de autos que lo acompañaban en pleno camino. Detenidos, rodeados de chacras, dijo: “Yo sé que algunos compañeros que viven en la zona no cuentan con baño y no debemos incomodarlos”, y agregó: “Los que deseen hacer sus necesidades, háganlas ahora. No podemos estar molestando a los que menos tienen”. Entonces, la mayoría de compañeros que participaban de la comitiva bajaron de sus vehículos, algunos para estirar los pies, otros para miccionar en los alrededores.

EL PICHÓN DE OLIGARCA

El jefe estaba muy preocupado por la situación de los compañeros detenidos por la dictadura de Velasco Alvarado en el Penal de Lurigancho. Los días pasaban y le había llegado la información de que un contingente policial había intentado sacar a los apristas de madrugada a la fuerza para llevarlos a la prefectura y hacer creer que recién los habían detenido con el propósito de aplicarles la reciente ley de “Pena de muerte”, que había decretado la junta militar. Víctor Raúl, preocupado, encargó la defensa de los detenidos a dos abogados distinguidos, Washington Pinzas y Carlos Enrique Melgar.

Un día llegó el compañero Washington Pinzas al partido y le indicaron que el Jefe lo llamaba urgentemente. Entonces, se dirigió presuroso por las escaleras al segundo piso, donde se encontraba la oficina de Víctor Raúl. Detrás, iba apretando el paso, un joven estudiante de Derecho que lo asistía. Al llegar a la Jefatura, Haya De la Torre ve al joven estudiante muy elegante, entonces el “Jefe” dirigiéndose a Pinzas, con tono sarcástico, le dice: “¿Y tú qué haces con este pichón de oligarca?”. Todos se pusieron a reír.

Era el joven y diligente estudiante de Derecho Ricardo Martín Mora.

UNA CONFERENCIA QUE SACÓ RONCHA

En la Universidad de Ica se necesitaba un profesor de Medicina del Trabajo y contrataron a un médico, al Dr. Alberto Valencia, uno de los más prestigiosos especialistas en el tema. Éste se apersonó a dictar sus primeras clases en la Facultad de Medicina, explicando a los alumnos la aplicación de las nuevas tecnologías médicas y que ésta debería llegar a la clase obrera y campesina del Perú.

Sucede que por esos días, las autoridades de la universidad, de mayoritaria tendencia comunista, convocaron a una serie de conferencias sobre la vida del mártir de la medicina peruana “Alcides Carrión”. Entonces, invitaron al doctor Valencia para que sea el último orador de esta serie de conferencias, en consideración a su alto espíritu filantrópico impartido en sus clases. Le piden que trate sobre la “Importancia de las Relaciones Públicas y Carrión”. El Doctor no solo aceptó, también agradeció, diciendo: “Un tema tan apropiado a su Cátedra”.

Cuando el doctor llegó al Salón de Grados de la Universidad para disertar sobre el Mártir de la Medicina, observó las paredes adornadas con imágenes imponentes de Marx, Lenin y Mao. Al dar inicio a su disertación, se refirió a la forma en la cual quienes estaban en las fotos habían sido, en sus diferentes momentos, los verdaderos estudiosos de su propio Espacio-Tiempo. Que ellos eran excelentes relacionistas públicos, pues habían convencido a pueblos enteros con sus ideas y cuánto tenían que ver las dos últimas guerras mundiales con estos ideales. Y agregó: “También Carrión había sido un relacionista público por excelencia, pues con su acto relacionó a un obrero que es un trabajador manual con un trabajador intelectual, salvando a mucha gente de la enfermedad de la verruga”.

Continuando con su exposición, dijo: “Actualmente existe un gran peruano, considerado el más grande relacionista público de nuestros tiempos. Se llama Victor Raúl Haya De la Torre, pues él al leer la historia del mártir Alcides Carrión, y siendo joven como muchos de los aquí presentes, creó la alianza de los obreros e intelectuales”. Entonces las autoridades y dirigentes comunistas se empezaron a incomodar.

Valencia prosiguió su conferencia diciendo: “Así como el mártir de la medicina, Haya De la Torre también había experimentado sufrimientos, juntando finalmente a las dos clases en una sola pasando a la historia con su tesis aprista para los más pobres”. Al concluir la exposición, fue aplaudido por los asistentes y felicitado por las autoridades, pero a los pocos días recibe una carta donde lo despedían de la cátedra que dictaba en esta universidad.

Víctor Raúl se enteró de este hecho en el “Aula Magna”. Cuando el doctor Valencia expuso lo que había dicho en Ica y la forma abrupta en que había sido sacado de esa universidad, el “Jefe” le abrazó agradeciéndole con lágrimas en los ojos.